La piel funciona como una barrera permeable que previene de la entrada de patógenos perjudiciales y toxinas. Una respuesta inmune hiperreactiva a los alérgenos y deficiencias en la protección contra las toxinas ambientales, contribuyen a el riesgo general de sensibilidad dérmica. En algunos casos, la sensibilidad dérmica da lugar a dermatitis atópica o eczema, que es la afectación más común de la piel, con una prevalencia de hasta un 20 % en niños y un 3 % en adultos en países desarrollados. Las personas que viven en ciudades y en climas secos son más susceptibles de padecer esta enfermedad. La dermatitis atópica se caracteriza por la piel muy seca y lesiones inflamatorias, que frecuentemente se infectan por bacterias y virus. Es importante consultar con un dermatólogo si tienes estos síntomas.
Factores genéticos y ambientales parecen ser la causa de una sensibilidad dérmica aumentada. Tu riesgo general está calculado usando los resultados de un estudio a gran escala en el que se ha identificado un número de variantes genéticas asociadas con el riesgo incrementado.